viernes, 10 de abril de 2020

El falso radicalismo.

"Le tengo mucho miedo a los pendejos, porque son muchos y pueden elegir un presidente".
El problema con las citas famosas y célebres es que la más de las veces no nos cuentan el contexto donde se pronunciaron, lo que termina convirtiéndolas en un saco donde cabe todo, por supuesto quien pronuncia esa frase cree que él no está dentro de la estadística de los pendejos, o en última instancia cree que por estar dentro de esa minoría privilegiada de los NO pendejos es una víctima de tan despreciable colectivo.

Pregunto ¿no es suficiente que un gran número de venezolanos estemos regados por el mundo, algunos de los cuales incluso han muerto de hipotermia en su huida a pie por todo Sudamérica? ¿No es suficiente el sufrimiento de estar tan lejos de nuestra familia y amigos sabiendo que aquellos la están pasando peor que nosotros por el vasallaje que el sistema socialista les ha impuesto? Parece que a algunos no les basta la embarrada de mierda que nos cayó encima con esta peste, sino que de paso se revuelcan en ella e invitan a otros a revolcarse con ellos, y a los que no acuden a su invitación le lanzan la mierda a distancia para recordarle sus tragedias.
Sé que algunos estarán sorprendidos por esta subida de tono, pero alguien tiene que parar esta “weá” (transliteración de vaina en chileno), y no lo digo porque este exento de haberlo hecho, particularmente hablo desde la mea culpa. Carlos Rangel –hombre de bendita memoria- que no fue cualquier pendejo, dijo que el venezolano no es diferente de un ciudadano del primer mundo, porque los seres humanos somos lo más análogo que hay, y que sometidos a los mismos incentivos responderíamos igual a aquellos ciudadanos que admiramos. ¿Qué se le puede exigir a una muchedumbre en cuya sociedad el socialismo se predica desde la cuna hasta la tumba en las cátedras universitarias, los pulpitos, el parlamento, los sindicatos, la cultura y los medios de comunicación?
Miren jóvenes déjenme contarle dos hechos que confirman esa afirmación de una Venezuela que ustedes no conocieron; uno es la inauguración el metro de caracas y el otro es la autonomía de los municipios. La llegada del metro imprimió en la dinámica social del caraqueño una nueva cultura, de suerte que la gente una vez que atravesaba las puertas de una estación su comportamiento se moderaba por completo; la cortesía, el silencio, respetar el sentido de la circulación en las escaleras estáticas, y el famoso: “dejar salir es entra más rápido”, que constantemente se escuchaba por los parlantes de cada estación en alusión al proceso de abordaje y desembarco de los trenes, era la norma. Años más tarde, por unas reformas políticas llamadas descentralización, se les otorgó a los municipios la potestad de crear sus propias policías, ser policía en aquella época era considerado un oficio vil, propio de viejos barrigones, matraqueros de centros de remates de caballos clandestinos, pero con la reforma a la ley municipal, Chacao que hasta entonces era un pequeño municipio muy parecido al centro de caracas, con su icónica alcaldesa Irene Sáez, se convirtió en un ejemplarizante lugar, la cultura se transformó de manera tan vertiginosa que en plena quebrada Chacaíto, (frontera entre el municipio libertador y Chacao), los motorizados acostumbrados a manejar sin respeto a ninguna norma de tránsito, al cruzar esa frontera se colocaban el casco y se lo abrochaban, como si por alguna una extraña fuerza se transformaban en respetables ciudadanos.
Mientras tanto Enrique Mendoza lideraba un cuerpo policial con escuadrones élites en Petare, el municipio más peligroso de Venezuela, por primera vez en años agentes uniformados patrullaban barrios como la bombilla, mesuca y José Felix Rivas.
En Caracas Antonio Ledezma intentaba lo propio, con la policía municipal de Caracas logró lo que nadie jamás hizo antes que él, removió a los vendedores ambulantes del casco histórico del centro de caracas y de los bulevares de catia y sabana grande, y creó una mística de trabajo donde los policías eran destituidos hasta por comer perrocalientes uniformados. Cuando el salario mínimo eran 30 mil bolívares un policía municipal ganaba tres salarios mínimos con 90 días de utilidades, lo que indujo a muchos jóvenes profesionales y bachilleres a integrarse en las filas de las fuerzas policiales; abogados, contadores, administradores le dieron un nuevo perfil al oficio policial y los diferentes municipios se peleaban por ellos.
Como pueden ver, tanto los ciudadanos como los funcionarios se enrolaron en parte de esa nueva cultura en un tiempo asombrosamente rápido, lo que confirma las palabras del finado Carlos Rangel: “el venezolano aprende y cambia rápido”, yo diría que el Venezolano tiene la capacidad de emular lo bueno rápidamente siempre que los incentivos adecuados estén allí. Venezuela no siempre fue una pocilga, los venezolanos no tenemos un ADN distinto a los demás seres humanos, si usted está convencido que Venezuela y el venezolano son una basura inservible que no tiene nada de rescatable, y aún sigue en el país entonces cuéntese como parte de esa basura, si producto de esa idea usted es de los que salió del país, aproveche y cambie de nacionalidad y se quita la vergüenza de llevar ese gentilicio consigo, pero si esta en Venezuela o salió de ella y le duele el país HAGA ALGO más constructivo que denigrar de el.
Les contaré una anécdota, algo que me dijo un militar chileno después de expresarme en los peores términos de MI país, algo que jamás olvidaré: “me cuesta creer que Venezuela sea una sociedad tan enferma como usted dice, de otra manera como se explica que haya tantos compatriotas suyos trabajando y emprendiendo en mi país, siendo tan amables y prestando un servicio tan bueno a pesar de que se sabe que sufren por estar lejos de su tierra y de su familia, yo eso lo veo admirable. Déjeme preguntarle algo ¿Cómo de las entrañas de ese monstruo salió una persona tan elocuente y educada como usted? ¿Es acaso usted el único o hay más como usted? Discúlpeme que se lo diga, pero pareciera que habla desde el dolor, no lo juzgo; lo comprendo”
Y yo cierro con esta reflexión: TODO se sostiene o se viene abajo de acuerdo al liderazgo, y más que al liderazgo a los valores que encarnan esos líderes. En las únicas sociedades donde las peores personas llegan al poder, y las masas son inducidas al desenfreno y a la barbarie, es donde no hay elites o hay elites estúpidas con lo cual la falla no es atribuible a las masas sino a las elites.
En las pequeñas provincias de una capitanía llamada Venezuela, hace mas de 200 años en medio noches oscuras, bajo la luz de lámparas de aceite, había hombres que leían a Locke, a Rosseau y a Montesquieu, de allí se levantó Miranda, Bolivar, Roscio, ellos no se sentaron a llamar borregos o a maldecir a sus compatriotas, ellos se echaron encima la titánica tarea de liderarlos para liberarlos, porque muchos de esos compatriotas ignoraban su propio vasallaje. Si decidimos organizarnos para volvernos parte de esa élite que lidere y libere a nuestros compatriotas, quizás inscribamos nuestro nombres para memoria y honra perpetua, de lo contario tu crítica y la mía no resonaran más allá del eco de un teclado.

Haga algo y si no la va hacer deje de joder al que sufre y deje trabajar a quienes si están lo haciendo.

No leas mucho, lee bien.

Con el tiempo he llegado a comprobar cuán difícil empresa es escribir unas escasas y concisas líneas. Para aquellos que lo logran, el mérito no debe ser atribuible solo a su talento, sino más bien a su constancia en las muchas horas de lectura, horas durante las cuales algunas de esos miles de palabras que se pasean ante nuestros ojos, se van almacenando en un lugar de nuestra mente, y de manera inconsciente se van entrelazando para expresar ideas y sentimientos.

Pero no solo es el acceso a todo un caudal de nuevas palabras, o el surgimiento de nuevas ideas lo que debería impulsarnos a leer; sino el dialogo interno que se suscita en medio de la lectura mientras afirmamos o negamos, el cual es el responsable de estimular el maravilloso acto humano de pensar, que es lo que transforma el verbo en carne y sangre.

El problema, es que la mayoría de la literatura moderna es insustancial, y llena de lugares comunes, por lo cual es muy poco lo que aporta cultural e intelectualmente. En el pasado, era mi costumbre ir semanalmente a las librerías de caracas, y hurgar entre sus estantes en búsqueda del último libro de moda. En cierta oportunidad, una persona que considero un buen lector, me sugirió que abandonara tales prácticas y que a cambio de ello me dedicara a leer los clásicos. Su razonamiento era que la mayoría de los considerados “buenos libros” en la actualidad, no era más que una paráfrasis de grandes obras, y la más de las veces una paráfrasis muy mala.

Se dice que la lengua inglesa aprendió a pensar con Shakespeare, y el castellano aprendió a hablar con Cervantes. Por ello, no en balde a nuestro idioma se le conoce como la lengua de Cervantes. Ese flacuchento anciano de 58 años, le infundió aliento de vida a nuestro rustico y precario idioma, convirtiéndolo en una ciudad asentada sobre un monte. Gracias a él, nuestra maravillosa lengua conoció setecientas nuevas palabras, (algunos dicen que en realidad fueron más de cuatro mil), y tiene en su haber más de siete mil refranes proverbios y dicharachos que aquel hidalgo le supo imprimir con su ingenio creativo. Si las largas lecturas son la condición para poder escribir unas pocas líneas con un poco de coherencia, yo me pregunto: ¿Cuántas decenas de libros y cuantos millares de palabras se pasearon ante los ojos de nuestro ingenioso hidalgo, para hacer refulgir de su brillante imaginación esa magna obra?
No se puede hablar de los clásicos sin hablar de Cervantes, y no se puede hablar de Cervantes sin hablar de nuestro idioma. Es decir, no se puede amar a los clásicos sin amar la obra de Cervantes y sin amar la lengua de Cervantes.
Como amante de lo clásico, me declaro amante de la obra de Cervantes y del maravilloso idioma que con su ingenio transformó en una maravillosa obra de arte.

De este glorioso idioma, que “nació con los pies descalzos entre trovadores que cantaban en plazas polvorientas”, diría el poeta Neruda:
“Qué buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos… Estos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, buscando patatas, butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos, con aquel apetito voraz que nunca más se ha visto en el mundo… Todo se lo tragaban, con religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a las que ellos traían en sus grandes bolsas… Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra… Pero a los bárbaros se les caían de la tierra de las barbas, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes… el idioma. Salimos perdiendo… Salimos ganando… Se llevaron el oro y nos dejaron el oro… Se lo llevaron todo y nos dejaron todo… Nos dejaron las palabras”.

Y yo digo lo mismo desde esta trinchera: nos dejaron todo…así que a leer los clásicos señores.




Abril 10, 2020

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  “Si pretendemos el triunfo en la gran  contienda ideológica  de esta época, es preciso, sobre todo, que nos percatemos exactamente de cual...